Allá alquilamos un coche, pequeñito, con el volante a la derecha, como buen coche inglés que se precie. El señor que alquilaba el coche, según Tefi, era gay y me hacía ojitos. Caían cuatro gotas. No costó mucho habituarnos al coche porque ibamos con mucho cuidado. Camino a Clitheroe ("el héroe del clítoris") paramos en un McDonals a cenar (ahí ya llovía). Vimos que no entendíamos nada del inglés de esa gente... y nos regalaron un vaso de cocacola, del que no supe elegir el color (da igual porque el vaso vete a saber donde lo dejamos). En los McDonalds de Inglaterra (Tefi ya lo sabía) había hamburguesas vegetarianas. Simpático el servicio (en general, camareros y camareras fueron muy simpáticos: yo pensaba que iba a ser lo contrario y me agradó la sorpresa).
Llegada a Clitheroe. Preguntamos en un bar dónde estaba el hostal, nos miraron como si fuéramos los únicos turistas en mucho tiempo. Dejamos las cosas en el hostal (una casa muy bonita y bien convertida para alojar huéspedes... acogedora...) y fuimos a tomar unas cervezas en el bar donde preguntamos: la gente se acostumbró a nosotros a fuerza de pasarles por la cara unas cuantas veces. La dormida fue buena.
Día 27, jueves. Fuimos al pueblo de al lado, donde Tolkien vivió un tiempo y donde se inspiró, mientras sus paseos, para imaginar la aldea hobbit de sus novelas. Muy bonito, lleno de barro, ovejas, verde de diferentes tonos, con ríos y senderos escondidos. Saltamos diferentes vallas (eso decía el mapa que seguíamos, un mapa especial de la ruta Tolkien, bastante confuso) y caminamos hasta que llovió. Para salvarnos de la lluvia, lo mejor fue escalar una montaña resbalosa hasta salir a un prado con dos caballos que nos siguieron un buen rato. Fue una buena sensación. Caminamos hasta el pueblo de inicio del recorrido Tolkien y almorzamos buena comida en una taberna (decir "restaurante" le quita encanto y veracidad...; es que todo era muy Tolkien, muy agradable, y es que además era una taberna, porque servían bebdidas y había una barra: o sea, taberna). En la taberna todo eran viejitos comiendo y sirviendo. Los camareros estaban contentos de que unos turistas hubieran caído ahí, y nos sirvieron bien, con la lentitud habitual de los viejitos. El viejito camarero le puso la mano en la cintura a Tefi y ella se pensó que le estaban poniendo la mano ahí con intención sensual.
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