Cerca de un lago, mal abrigado y con el viento cruzándome la cara, un último cigarrillo quema mi garganta.
Hay algo nuevo bajo el sol de la mañana y ya no quiero seguir el plan contra mí. Me levanté con esa decisión y la seguiré, aunque sea más costosa que las otras posibilidades. Me giro y avanzo hacia el coche. Todo está a punto, sólo me hace falta encender la calefacción del coche al máximo para poder pensar claramente.
Cuando el baho desaparece de mi boca, cuando ya puedo decidir el seguiente movimiento, el verano llega golpeando mi piel. Me sofoco en el coche, me consumo... Es el momento no previsto. Y pasa cada año. Enciendo el coche y me voy.
domingo, 28 de junio de 2009
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