Entrando por la puerta del "Sueño" me acuerdo de la vez en que, de niño, en aquel sitio donde estuve tantas veces (no recuerdo exactamente el lugar pero sí la sensación) me pregunté qué pensaría de mayor. La muerte estaba a un lado, comiéndose un cucurucho de fresa, poniéndose perdida la sábana negra que la cubría. Entonces se levanta y dice "ah, me manché" y se va corriendo. Corre demasiado deprisa y eso me da miedo y me voy también, en dirección opuesta. Cuando llevo un rato corriendo, veo que me había equivocado de dirección: estoy detrás de la muerte, acercándome a ella, a una velocidad aún más rápida que ella. Me detengo, doy media vuelta y corro aún más rápido. La sensación de miedo crece: estoy corriendo demasiado rápido... ésta velocidad es increible para cualquier ser humano.
Otra esquina allá delante (parece que todo el paisaje está hecho de esquinas) y, justo ahí, un carrito de helados de fresa. Todos los niños compran y se manchan horriblemente, como si no atinaran el cucurucho a la boca y se lo clavaran en el cuello, en el pecho. No me sale la voz para decirles que dejen los helados, que los tiren... Cuanto más me esfuerzo, menos voz tengo. Salgo corriendo en dirección contrario, llorando, por un lado de la esquina. Sólo me encuentro con esquinas y voy decidiendo qué lado tomar. A veces derecha, otras izquierda. Los edificios son todos iguales y me pierdo.
Ya cansado de correr veo una puerta, la única puerta. Es de color de fresa y el ambiente huele diferente. Entro en ella. Hay demasiada luz. La cierro detrás mío y leo el cartel que tenía del otro lado: "Vigilia".
Ser
martes, 5 de mayo de 2009
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