lunes, 25 de mayo de 2009

Suspiros

Siento como el cuello se me rompe cuando miro para atrás. Pesa demasiado, está cargado de rugosidades… Todas las mañanas le pongo cremas para que deje de arrugarse, aunque sé que la verdadera cura es que respires encima de él. Siento decirte que ya nadie puede imitarte y las posibilidades de curar mi piel sólo las tienes tú. Por más que te lo pido no has querido darme un respiro de aquellos que curan. He intentando robártelo, pedírtelo prestado, comprártelo pero no hay nada que te persuada.

Así que anoche entré en tu habitación y mientras dormías cogí el recipiente de cristal transparente hecho en Vanuatu. Tu pecho se hinchaba de forma pausada, apenas se podía oír el sonido de tu respiración. En algún momento suspiraste pero tu boca, tus ojos y nariz, tu despeinado pelo, tu olor…. me introdujo en un estado letárgico en el que mis pensamientos se anularon. Mi mirada penetrante te buscó en la profundidad de tu sueño, te exaltaste en cuanto entre abriste los ojos. Tus dientes se afilaron y gruñiste. Y aunque la única luz que había en la habitación era la que iluminaba mi cuello, tus ojos ansiosos de acercase a él se contuvieron. Estiraste tu brazo y cogiste la máscara antigas que estaba encima de la mesa que acompaña tu cama. No dijiste nada más, sabía que nunca conseguiría ni siquiera tu último suspiro.

Nia

Mark Ryden

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