“Estamos contagiados, a la espera de que algo ocurra. Los días transcurren lentos de cinco en cinco. ¿Dónde tenemos la cabeza? Te vi salir a través de la puerta, la herida volvió a arder y picar. Dijiste que volverías para curarla pero te pedí que no lo hicieras. A veces pienso que es mejor hacer como si no estuviera, quizá esa es la forma más rápida y eficaz de que sane la mixomatosis. Me avergüenza que la veas, que sepas que existe aunque yo misma te haya hablado de ella.
Ahora no me atrevo a decirte aquello que siento, tengo miedo de que pienses que estoy contagiada, que puedo infectar. Aunque intuyo que lo sabes… aunque tu prefieras no hablar de ello. “
Cuando ella terminó de decir estas palabras te miré a los ojos y vi como contenías la respiración y tus ojos se inundaban de terror. Acaso ¿te arrepientes de no haber dicho algo o has tardado demasiado en hacerlo? Díselo aunque no te entienda, aunque crea que te apresuras, aunque se burle de ti, aunque de media vuelta y se marche, aunque te rompa el corazón.
Nia
Mark Ryder
martes, 28 de abril de 2009
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